Testimonio de un trasplantado aguilarense en el Día Mundial de estos pacientes

0
351

AGUILAR. Hoy, en el DÍA MUNDIAL DE LOS PACIENTES TRASPLANTADOS, nuestro periódico de GRUPO COMUNICA publica un testimonio de Manuel Espinosa. Se trata de un aguilarense trasplantado de riñón el 16 de agosto de 1986. Este año cumplirá la friolera de 31 años trasplantado. Su escrito dice así:

Hoy, 6 de junio, se celebra el Día Mundial de los Pacientes Trasplantados, siendo España una referencia en el mundo gracias a la generosidad de su gente, de la cual tengo el privilegio de ser uno de los afortunados.

Me llamo Manuel y tengo 63 años. Estoy felizmente casado desde hace casi 40, soy padre de tres hijos y abuelo de dos nietos maravillosos. Me crié en una familia más bien humilde, en la que éramos cinco hermanos. Tuvimos que comenzar a trabajar a muy temprana edad, teniendo que dejar muy pronto los estudios. Con el tiempo, mi padre abrió un negocio de hostelería y yo, como el mayor de los hermanos, me puse al frente del mismo con apenas 15 años, sin haber servido en mi vida un plato de comida o una bebida. Con 18 años conocí a la que hoy es mi mujer, que junto con mis hijos y mis nietos es lo mejor que me ha pasado en la vida. El 12 de marzo de 1978 nos casamos y a los 9 meses vino al mundo mi hijo mayor, Juan Jesús. Todo iba bien, familiar y laboralmente, pero cinco años después comenzó a torcerse todo un poco. En 1983, a consecuencia de una subida de garganta, comenzaron a hacerme varias pruebas, como analíticas y biopsia, hasta que en febrero de 1985 me vi en una máquina de hemodiálisis.

Como podrán imaginar, se nos vino el mundo encima.  No obstante, no nos vinimos abajo, sobre todo mi mujer, que siempre ha sido una luchadora, llevando adelante su trabajo, el niño y la hemodiálisis, ya que quien me hacía todo el proceso en casa era ella, pues la Seguridad Social nos instaló una máquina para que no me tuviese que desplazar varias veces en semana al hospital de Córdoba. Para esto, ella tuvo que hacer durante dos meses un curso que le capacitara para esta importante labor.

La diálisis me la tenía que hacer un día sí y otro no durante cuatro horas y media. Esto nos permitía amoldarnos al horario de trabajo y compatibilizar todo de la mejor manera posible. Así transcurrieron 18 largos meses, hasta que el 16 de agosto de 1986, a las 10 de la mañana, me llamaron desde el hospital Reina Sofía diciéndome que cabía la posibilidad de que el riñón que acababan de recibir fuese para mí. Tras las últimas pruebas de tipaje, se comprobó que, efectivamente, al que mejor le venía ese órgano, de las cuatro personas que habían sido avisadas, era a mí. Así, ese mismo día, a las 10 de la noche, se realizó el trasplante. Antes de que eso ocurriera, durante las horas previas en las que me tuvieron que hacer distintas pruebas antes de la intervención quirúrgica, así como una nueva sesión de diálisis, yo pregunté en voz alta de quién podría ser el riñón que a mí me iban a poner. Una doctora me explicó que ellos no podían dar información alguna sobre datos del donante, aunque sí me pudieron decir que venía de Málaga, de un chico joven, de solo 16 años, que había tenido un accidente de moto.

El próximo 16 de agosto cumpliré 31 años de trasplante, aunque parezca difícil de creer. La vida desde entonces ha ido bien. Antes incluso del trasplante nació Manuel, mi segundo hijo, y cinco años después de ser trasplantado vino Andrea, mi hija menor. Pude volver con normalidad a mi actividad laboral, a llevar mi negocio de hostelería, y durante los meses de verano, cuando aprovechábamos para coger algunos días de vacaciones, siempre los pasábamos en Málaga, más concretamente en La Cala del Moral.

El destino, que a veces es caprichoso, no solo nos llevó muchos años a pasar días de descanso en Málaga, sino que mi hija menor, después de realizar sus estudios de educación secundaria, eligió Málaga para seguir con su actividad académica, tanto en ciclos de formación profesional como en carrera universitaria, actualmente compatibilizada con actividad laboral. Allí lleva ya varios años, así que nuestro vínculo con Málaga se ha hecho aún más fuerte.

Algunos podrán pensar que porqué cuento esto ahora y no antes. Hay dos motivos fundamentales. El primero es que antes no existía un medio de comunicación tan potente como las redes sociales, y el segundo es que yo no pensaba que este riñón pudiera estar en mi cuerpo, funcionando tan bien, durante tantos años, ya que en 1986 la vida media de un riñón trasplantado era de 6 años.

Sirva este escrito, contado en primera persona, para dar fe de una experiencia que fue dura pero felizmente resuelta, así como para animar a todos los que pasan por un trance como el que yo pasé, diciéndoles que no tiren la toalla, que siempre hay luz al final del túnel. De igual forma, para animar a los españoles a que sigan siendo ejemplo y referencia en el mundo, donando órganos y dando vida a los demás. Y sirva también de agradecimiento eterno para los familiares de ese joven malagueño que hicieron posible, con su generosidad, que yo fuese uno de esos receptores de vida. Quién sabe si el azar o el capricho destino pueda hacer que esta reflexión llegue a conocimiento de alguno de ellos, relacionando acontecimientos y fechas. Si así fuera, aquí me tienen, encantado de poner cara a esos corazones que fueron tan generosos.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.