El científico que desnudó su corazón para hablar de Semana Santa

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El pregonero junto a su hijo tras pronunciar el pregón. Foto Jesús Prieto.

AGUILAR. El de ayer fue un pregón de Semana Santa que no nos puede dejar impasibles. Nos tuvo que tocar a la fuerza la fibra más íntima de nuestro corazón. Desde el principio. Desde que el pequeño Carlos Lucena, Carlitos, salió para situarse delante del altar mayor junto a su padre, el pregonero Carlos Lucena.

Desde ese momento todos los presentes atisbábamos que todo iba a ser original. Que nada podía ser igual. Escuchar las palabras de Carlos Lucena hijo sirvió para que muchos nos diéramos cuenta de hasta dónde alcanza ese brazo invisible de la esencia cofrade. Como fructifica la semilla cofrade que, generación tras generación, va haciendo realidad cada año una nueva Semana Santa.

Y, precisamente, este año 2021 que no vamos a tener procesiones en la calle, hemos podido tener la tranquilidad de que hay futuro, mucho futuro para nuestra Semana Santa.

Y quien puede conocer mejor al pregonero que su propio hijo. Como el propio presentador dijo “lo veo todos los días”. Partiendo de esa premisa nadie podía discutirle el derecho a ocupar este lugar en una noche tan importante como la de ayer. Carlitos le dio sentido a todo.

O no hay algo con más sentido cofrade que un joven de 13 años termine su intervención diciendo “les presento al Pregonero de Semana Santa de 2021, Carlos Lucena León. ¡Papá, te cedo la palabra!”.

Y papá, Carlos Lucena, tomó la palabra. Y lo hizo junto a su hijo. Y lo hizo relatando de memoria un inmenso homenaje a todos los que no han tenido más remedio que batallar contra el coronavirus durante este último año. Y lo hizo reconociendo el esfuerzo y la tenacidad de los que, estando aquí antes que nosotros, pusieron sus granitos de arena para hacer cada día más grande nuestra tradición cofradiera. Y lo hizo representando en su hijo a todos los jóvenes que tendrán que recoger el testigo de nuestra Semana Santa, ese testigo que siempre ha avanzado sin caer al suelo.

Así comenzó un pregón que el pregonero quiso titular Perito en Lunas. Aprovechando una metáfora del grandioso poeta Miguel Hernández. Carlos Lucena se llevó  la metáfora a su terreno y nos habló de muchos peritos en lunas que ha ido dejando nuestra historia cofrade local.

“Aquellos incapaces de despojar de la sesera ni un solo amanecer del calendario, al que procesiona en primavera. Aquellos a los que se le hace larga la espera mirando al cielo, interpretando lunas, como si de ello su vida dependiera”.

Son los que estuvieron presentes en todo momento a lo largo del pregón. Citándolos de manera directa o dejando claras referencias a ellos. Unos con nombres y apellidos como Francisco Delgado o Francisco Romero, para el que sonó un aplauso más que merecido.

Otros sin nombrar, pero estando. Esos peritos en lunas de los que  el pregonero se erigió en portavoz y describió como “ingenieros cofradieros, cronistas de la pasión, muerte y resurrección a tiempo completo”.

“Aquellos que todo el año miran a la luna llena del Jueves Santo y arrancan las hojas al calendario impacientes porque el astro se muestre en plenitud allá cuando el gris plomizo de la tarde invernal deja paso al cálido anaranjado del primer atardecer primaveral”.

Todos ellos estuvieron presentes en el pregón. Y de todas las hermandades y cofradías de Aguilar. Y de todos los rincones de este gran pueblo cofrade. Entre ellos algunos amigos y familiares del pregonero.

Por supuesto no podían faltar las referencias a sus abuelos de las dos ramas, materna y paterna. En sus casas descubrió mucha de esta esencia cofrade. En las casas de sus abuelas Rosario y Carmen. El importante papel de los abuelos que, como en el caso de su abuela Carmen, a veces viven un estado de luto y congoja permanente por los avatares de la historia. En su caso una guerra cruenta que la dejó sin un lugar dónde llorar a sus muertos pero que supo siempre transmitir la serenidad y la fe.

Las referencias a su padre, a su madre y a sus hermanos. De sus padres dijo cosas tan bellas como éstas: “mi madre maestra en el ruedo, la paciencia siempre fue su virtud. Recuerdo sus cálidas manos atusando mi pelo, el picor de la lana del saquito que ella misma tejió y que de uno, dos o tres hermanos heredo. La recuerdo apretando mis mejillas en el umbral de la puerta, refunfuñando por la crónica palidez de la cara de este chiquillo que del aire se alimenta. Y recuerdo a mi padre llegar ungido de fragua y arte, sudor y tizne en el semblante con apremio asearse y “tos pa” la calle” un Jueves Santo más.

Y, por supuesto, no faltó la referencia a su patria. Esa patria, como diría Gloria Fuertes, que está vinculada a la familia que ha formado junto al amor de su vida. Una mujer “morena, resuelta de luna, de infinito cabello y ojos de aceituna”

Una familia que, cada Jueves Santo, atraviesa Aguilar de punta a punta vestida de blanco y verde en busca de Esperanza y Amor en el barrio de la Candelaria. El pregón destiló en este momento el blanco y verde más puro. El que sólo puede salir de un corazón que se ha hecho grande junto a la Virgen de la Esperanza y el Cristo del Amor. Que ha vivido las noches de esa mágica jornada bajo el paso de la Virgen buena que en la Candelaria tiene su casa.

Y es que, en definitiva, todos nos pudimos sentir identificados porque todos guardamos historias muy paralelas cuando de la Semana Santa se trata. Y ayer, en ese instante, todos fuimos un poco más de Esperanza y Amor gracias a las palabras de un pregonero que habló desde lo más íntimo.

Pero, además, no se dejó nada atrás. Pudimos sentir desde las alabanzas del Domingo de Ramos hasta la gloriosa mañana del Domingo de Resurrección. O desde las sensaciones de un Martes Santo hasta el frío de la madrugada del Viernes Santo. Incluso casi que pudimos asistir cogidos de la mano de su abuela a la reja del Señor del Sepulcro en una fría noche de Cuaresma.

Carlos Lucena habló de los cofrades, de los hermanos de túnica, de los costaleros a hombro y a costal, de todos los costaleros. Y habló de nuestras únicas y entrañables Visitas a los Sagrarios.

Y su despedida nos volvió a sobrecoger. Dijo que se sentía orgulloso “este humilde pregonero de 2021 que del 20 también lo pudo haber sido de mi Semana Santa y de sus Cofradías. Ejemplo todas ellas de solidaridad cristiana que en lo más duro del confinamiento no dudaron en cambiar el costal por la aguja y el dedal, el cubrerrostro por los aplausos a las 8, la saeta el cantar por el resistiré, la mantilla por la mascarilla, que el tiempo apremia y los sanitarios se la juegan con la piel como escudo en plena pandemia”.

Como ven habló de todo. Habló de nuestra Semana Santa en la más amplia extensión de la palabra. Y lo hizo desde el corazón de un científico que, seguro, ya forma parte del listado de peritos en lunas de Aguilar.

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Autoridades civiles y eclesíasticas junto al pregonero y su presentador.

 

 

 

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