AGUILAR. Finalmente María Santísima de la Soledad pudo pasar por la Torre del Reloj. Y subir por Silera. Y bajar por Desamparados. María Santísima de la Soledad pudo ver reflejado en su rostro la luz de una tarde que, aunque encapotada de nubes, no necesitaba el sol del ocaso de marzo. Y es que María Santísima de la Soledad encontró el momento justo y oportuno para salir del Monasterio de las Carmelitas Descalzas y emprender rumbo de regreso a su casa del Soterraño.
Atrás quedaron cuatro días de oraciones sosegadas en la quietud de una clausura que ama a la Virgen. Atrás quedaron suspiros y esperanzas que subieron al cielo en forma de plegaria. El dulce aroma de María Soledad se desparramó con sigilo por los rincones de cada calle, de cada casa que la esperó engalanada.
Silencio que pasa la Soledad. Silencio. Que se detenga el tiempo. Silencio. Que pasa la Madre y espera la Gloria. Silencio.